Novo Nordisk dosifica su negocio 

El laboratorio Novo Nordisk desembolsó u$s400 M y levantó una nueva planta en Dinamarca. Desde sus flamantes instalaciones espera abastecer a un tercio de la demanda mundial de insulina. Las expectativas son de importancia, teniendo en cuenta que el número de personas con diabetes pasará de 135 a 370 millones en el 2030 en todo el mundo. En ese contexto, la Argentina ocupa un lugar relevante considerando que los dinamarqueses son los primeros proveedores de insulina por estos lares, y que la Argentina forma parte del bloque de los países en desarrollo en los que se estima que está viviendo 76% de los diabéticos del planeta.

Para reforzar su presencia en este mercado, la empresa lanzará el año próximo su «aparatito» In Duo en alianza con Johnson & Johnson. Será un combo que unificará un medidor de glucosa y un dispositivo para aplicarse insulina. Y en el país están en plan de retomar varias de sus marcas que tenían licenciadas. Según Federico Grayeb, gerente general del laboratorio en la Argentina, ya tienen el antidiabético Novonorm que estaba en manos de Elea y las insulinas Biobras. Aunque en este caso, el traspaso aconteció cuando Novo Nordisk compró al fabricante de insulinas Biobras que le había delegado sus marcas a Ivax en el país.

En la actualidad y según resultados anuales hasta abril del 2003, Novo Nordisk concentra 37,1% del mercado de insulinas en el país, la local Beta 34,3%, Eli Lilly tiene 17,7% y Aventis retiene 10,2 por ciento.

Los dinamarqueses trajeron recientemente su última generación de insulinas. En este campo, se registraron cambios muy vertiginosos. Los laboratorios fueron abandonando el uso de insulinas de origen animal para pasar a la insulina humana.

La chance de crecimiento en los mercados de desarrollo es alto. En los países industrailizados 13% de quienes la necesitan reciben tratamiento; sólo 3% lo obtienen en las naciones pobres. Por lo cual, las empresas tienen puesta su mirada en esos países. Grayeb aseguró que destinarán u$s60 M para mejorar la atención de la enfermedad en países pobres, incluyendo una oferta de reducción de 80% del costo de la insulina sintética respecto de los precios de los Estados Unidos, Europa y Japón.

Cristina Kroll

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