El 86% de los argentinos tiene riesgo cardíaco. Las drogas para paliar las enfermedades de este siglo son cada vez más específicas. Sin embargo, crecen las enfermedades ligadas con el ambiente, la infraestructura y los hábitos culturales.

Las conclusiones presentadas en el XXXI Congreso Argentino de Cardiología, celebrado en Buenos Aires en octubre pasado, fueron contundentes. El 86% de los argentinos evaluados mostraron un riesgo mayor al de su edad para sufrir un infarto.

Y los especialistas que analizaron este informe fueron lapidarios: los indicadores responden fundamentalmente a los malos hábitos alimentarios y a la vida en exceso sedentaria.

Claro que todo está fuertemente involucrado y entrelazado con las condiciones de la vida urbana y moderna. La comida poco elaborada, pobre en ingredientes y con ello, menos saludable.

Los hábitos alimentarios no resultan una variante menor: determinan riesgo cardiovascular, obesidad, anorexia o desnutrición según el contexto cultural y las aspiraciones de los grupos.

Si bien la Argentina no llegó a los niveles de los Estados Unidos, donde el 64% de la población es obesa, el problema está en aumento. Aquí se registra un incremento de la ortorexia o “manía por comer alimentos saludables”; y de la anorexia, la tercera enfermedad crónica en mujeres adolescentes después de la obesidad y el asma.

Cultura

Los hábitos culturales y las tradiciones que se manifiestan tan fuertes en diciembre, y que disparan la venta de comidas alta en calorías a pesar e los 30° de temperatura, han calado hondo en muchas otras conductas de los argentinos.

Las políticas corporativas también influyen en la salud de las personas. Luego de la devaluación, los staff se redujeron para adecuarse a los nuevos presupuestos y las oficinas suman nuevas responsabilidades en jornadas siempre interminables. A su vez, la vida en las urbes -en la Argentina el 90% de la población es urbana– también influye en el tiempo de enfermedades. A los problemas tradicionales de vivienda, abastecimiento de agua, drenaje y basura, se agrega el derivado de la crisis económica.

Otros problemas agudos que alarman por su magnitud, son los relativos a los tiempos de transporte, los congestionamientos y la contaminación. Y en este punto, la industria automotriz que planea que todas las personas se sienten al frente de un volante, rebota contra las necesidades de gestión urbana y de calidad de vida de las personas.

Todo colabora con la alteración de la salud mental por problemas urbanos: ruidos, contaminación del aire, tiempos de traslado, esperas e incomodidades. Es así como resulta inagotable la lista de situaciones que derivan en estrés y neurosis urbana.

Accidentes de tránsito

Siempre han figurado como la segunda causa de muerte en este país, después de las enfermedades cardiovasculares. Aunque en este caso, los ciudadanos porteños ya han dado un paso desde que se vieron obligados a abrocharse los cinturones para circular por el distrito más desarrollado. La embestida contra el cigarrillo también ha mostrado un cierto avance desde que las autoridades sanitarias se manifestaron en contra del humo. Pero aún son muchos los espacios tanto públicos como privados que no cuidan la salud.

Por Cristina Kroll

Palabras clave: Salud, Bienestar

 

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