El regulador europeo de medicamentos festeja 30 años de actividad desde su creación en enero de 1995. Un video resume los momentos claves en su evolución, incluyendo su mudanza de Londres a Ámsterdam y la expansión de sus responsabilidades después de la pandemia de COVID-19.
Ya pasaron tres décadas desde la creación de la Agencia Europea de Medicamentos (EMA). Para celebrar, el regulador publicó un video destacando el desarrollo de su papel en la evaluación de medicamentos para 450 millones de personas e innumerables animales en la Unión Europea (UE). Ver Press Release.
El ente regulatorio europeo se creó el 26 de enero de 1995 para gestionar el procedimiento centralizado de autorización de medicamentos y armonizar el trabajo de los organismos nacionales existentes. Evalúa la seguridad de los medicamentos y dispositivos para humanos y animales con el fin de realizar recomendaciones para su aprobación por la Comisión Europea y los reguladores nacionales.
En un principio tenía su sede en Londres, pero se trasladó a los Países Bajos en 2019 tras la salida del Reino Unido de la UE. La EMA asegura que a pesar de los grandes cambios científicos, tecnológicos, legislativos y sociales radicales, ha sido constante en su misión de garantizar que los humanos y animales de la UE tengan acceso a medicamentos seguros, eficaces y de alta calidad cuando los necesiten.
En sus inicios, la agencia contaba con dos comités científicos con representantes de 15 estados miembros. Hoy cuenta con siete comités, cinco de los cuales incluyen a pacientes y profesionales sanitarios que desempeñan un papel en la evaluación de los riesgos y beneficios de los medicamentos a lo largo de su ciclo de vida. Más de 30 grupos de trabajo aportan conocimientos científicos recurriendo a un grupo de miles de expertos europeos de 27 estados miembros, además de Islandia, Noruega y Liechtenstein.
A lo largo de los años, la EMA ha ido adquiriendo más responsabilidades en virtud de la legislación de la UE. Su papel se amplió drásticamente debido a la pandemia de COVID-19 con un mandato ampliado para abordar desafíos emergentes, como la coordinación de las respuestas nacionales a la escasez de medicamentos, el apoyo a la innovación, en particular en situaciones de crisis, pero también en la preparación para otras amenazas sanitarias emergentes.